El lema de la Cuarta Transformación en el Congreso Federal, es romper cualquier tradición, no importa si es buena, pero se aprovecha cualquier principio constitucional que incomode al Gobierno para echarlo por la borda, en nombre de la 4T.

Hablamos de diversos derechos de las minorías parlamentarias, que en diversos aspectos de la Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, se establecen precisamente, para generar equilibrios entre los grupos parlamentarios.

Concretamente, en la Cámara de Diputados, la Ley Orgánica del Congreso establece que la Presidencia de la Mesa Directiva será rotativa cada año y el orden en la que cada grupo parlamentario presidirá la Mesa Directiva es por el número de diputados que tenga, es decir, el primer año de esta legislatura le correspondía a Morena, el segundo año le debería tocar al PAN y el tercer año deberá presidir el PRI.

Esta reforma a la Ley, tiene su última modificación en el año de 2006; fue precisamente en la crisis post electoral entre el PRD y el PAN, cuando se modificó la ley para que hubiera representatividad y se pudiera normalizar el ambiente convulsionado, que tenía al entonces PRD de López Obrador en las calles.

Fue así como el PAN asumiendo su rol de partido en el gobierno, entendió lo que se llama generar equilibrios entre las fuerzas políticas con representación y sumarlos al proyecto de gobierno que comenzaban con el Presidente Calderón. Acuerdos políticos para establecer gobernabilidad.

La protesta de las calles se institucionalizó, quizás en una oposición poco reflexiva en el congreso, pero al final de cuentas el PRD tuvo espacios para proponer su agenda legislativa, generó canales de negociación y su voz siempre estuvo presente en la agenda nacional. Se le dio su lugar a los partidos y no se monopolizaron los cargos en negociaciones de unos cuantos.

Teniendo esto como antecedente, resulta incomprensible el aferre de Morena para reelegir en el cargo de Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, a un diputado de su propio partido. En pocas palabras, se agandallaron la posición que le correspondía por ley al PAN, sometiendo a sus caprichos, no solo un principio normativo, sino dejando un mensaje claro, que poco les interesa el diálogo con la oposición, cuando tengan los votos para hacer lo que quieran. 

Es peligroso que no sean afectos a los contrapesos democráticos, pero más riesgoso es que estén colonizando todos los espacios de poder, cuando dependa de ellos mismos decidir.

La ciudadanía no ve con buenos ojos triunfos abrumadores, siempre busca los equilibrios porque, es lo que al menos, pone en su lugar a los partidos cuando se portan mal en su función de gobierno, ya sea que decida castigarlos o premiarlos en las urnas.

El mensaje que Morena y sus aliados deberían estar aportando a todos los sectores debe ser de apertura democrática y de diálogo abierto; esas serían las vías adecuadas para tener gobernabilidad en un entorno social, político y económico que cada semana se descompone mas.

Este agandalle parlamentario, es la repetición de “errores prehistóricos” de aplanar voces críticas u opositoras, es la muestra clara de pretender centralizar el poder.

Este agandalle es un indicativo más, que se gobierna con unos cuantos y para unos cuantos, aún cuando México sea más grande que sus ambiciones.

 

Guillermo Amerena Betancourt
amerenaguillermo@gmail.com

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