EN TORNO a casos extraordinarios como el sucedido ayer en el centro de Cuernavaca, en automático se activa en medio de la sociedad el modo de búsqueda de responsables, pero no sólo de los autores materiales.

El perpetrador del atentado fue detenido en menos de cinco minutos y ante las evidencias sobre las agravantes, es muy probable que sea sentenciado a varios años de cárcel… pero se sigue buscando culpables.

Que si fue un ataque generado por conflictos intersindicales, que si tuvo relación con el homicidio aquel por la feria de Cuernavaca en abril de 2017, que si fue por una deuda con la maña… tal vez se sepa algún día.

DE LO que no hay duda alguna es que a nadie beneficia y, en todo caso, mucho perjudica, incluso al autor y los cerebros de este hecho, porque la plaza se calienta más de lo que, de por sí, ha estado hace rato.

Hechos sangrientos como el de ayer no hacen mayor diferencia en términos estadísticos a lo visto en el primer trimestre de este año, pero en plano de la percepción no sería un eufemismo decir que es terrible.

Una balacera en pleno corazón vial de la capital de Morelos, difundido en la inmediatez por las redes sociales y reproducido por canales de televisión nacional, con repetición más allá de las fronteras, sostiene el adjetivo.

A ESE ente un tanto amorfo denominado “opinión pública”, lo de ayer le da mucha cuerda para fustigar desde el gobernante en turno a sus antecesores, a la mafia, a una parte de eso que llaman “pueblo bueno”…

Con mucha o poca certeza y razón, se multiplican las lamentaciones, acusaciones y sentencias sociales por homicidios como los de ayer, pero en esta oportunidad con un poco menos de ingrediente político.

En forma un tanto extraña, ayer no se apresuraron como había sido costumbre de algún defensor de derechos humanos, del que fuera rector de la UAEM, de otro activista hoy en receso, del obispo Ramón Castro…

NO HAY la menor duda de que por el bien de los morelenses urge la coordinación, no sólo de las fuerzas encargadas de la seguridad, sino de gobernantes y gobernados. La voz de la división social es veneno.

Por E. Zapata / opinion@diariodemorelos.com / Twitter: @ezapata1

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