Ayer que Andrés Manuel López Obrador estuvo en Cuernavaca, el gobernador Cuauhtémoc Blanco Bravo debió contarle sobre el cochinero que recibió.

Que médicos y enfermeras del hospital José G. Parres denunciaron el robo de equipos de alta tecnología, de modo que carecen de los insumos más elementales como gasas y material de sutura; que el acumulado de meses de abandono es tal, que en el techo del área de quirófanos hay un agujero “el cual comunica al cielo”, y que por eso y más la protesta de “brazos caídos”, el miércoles, en este nosocomio que da servicio a personas pobres de Morelos y Guerrero. También debieron platicarle del saqueo perpetrado por los diputados de la anterior Legislatura local, confirmada la transa gigantesca por la desaparición de documentos relativos a la situación financiera y administrativa, según asegura la presidenta de la Comisión de Hacienda, Presupuesto y Cuenta Pública de la nueva Legislatura, Rosalina Mazari Espín. Pero si los chismosos” fueron parejos, igualmente le informaron al Presidente Electo que una o más empresas de un grupo dedicado a la construcción de obra pública pretenden sacarle al Ayuntamiento 80 millones de pesos por obras de repavimentación que inicialmente donaron y en este sentido fueron subrayadas en un informe del entonces alcalde de Cuernavaca y hoy Gobernado. Dicharachero como suele ser, López Obrador pudo referirse con esta frase al empresario respectivo y a los funcionarios que del propio “constructor arrepentido” son presuntos aliados: “¡a rajarse a su tierra!”. Y hacer como que la Virgen les habla el presidente municipal provisional, Juan Manuel Hernández Limonchi, y el seudo activista social a quien se sabe sospechoso en la cobranza de este negocio… Parte del cochinero monumental es el transporte público de pasajeros, carcachas dos de cada tres rutas y taxis, onerosas para la economía popular que lleva años arrastrando la cobija, perpetrado cada sexenio el negocio multimillonario del trafique de concesiones. Una realidad inmerecida por docenas de miles de usuarios que, si gobiernos pasados hubieran sido eficaces y honestos, sería distinta. La utopía largamente deseada: ni microbuses ni combis, sino unidades de tamaño intermedio como camionetas tipo van para doce pasajeros. Paran en las esquinas, pero no todas, distribuidos los paraderos en sitios distintos. Ejemplo: las rutas números dos, tres y cuatro abordadas por los usuarios en lugares para ello señalados, y en otros las cinco, seis y siete. Naturalmente, el usuario debe caminar una o dos cuadras, pero el desplazamiento vehicular es ligero, no denso por el apretujamiento de microbuses o combis dejando y levantando pasaje en solamente una “parada”. Los taxis sólo paran en las esquinas, equipados con taxímetros que precisan el costo del servicio e identificado el conductor por un gafete tamaño media carta que lo hace instantáneamente visible, con el nombre y la fotografía del chofer así como el número económico, las placas de la unidad, el nombre y el teléfono del sitio al que corresponde. Las terminales de los autobuses de pasaje foráneo en las afueras de la ciudad, de modo que no entorpecen la circulación ni contaminan el aire que respira la gente. El transporte de carga, camiones tipo “torton” y tráileres, cargando y descargando las mercancías obligadamente a partir de las diez de la noche para no estorbar el tránsito de personas y vehículos. Y los camiones de la basura, recolectándola de las 22.00 a las 6.00 horas, cubriendo más recorridos que de día, contaminando menos y sin aportar al caos vehicular. ¿Es esto una fantasía? No. Grosso modo así funciona el transporte en ciudades ordenadas, con funcionarios públicos eficientes y honrados, organizaciones de transportistas subordinadas a la autoridad y ciudadanos demandantes del servicio por el que pagan, bueno y al alcance del bolsillo popular. Más razonable que seguir echándole lumbre a la hoguera en una ciudad como la nuestra donde por cada tres personas hay un vehículo sería la modernización del transporte, ordenándolo, sacando de la calle a las carcachas, prohibiendo la circulación de rutas y taxis de modelos anteriores al 2008, obligando a los permisionarios a que no exploten a sus choferes que desde siempre trabajan jornadas de doce horas y más, sin seguro social, vacaciones ni reparto de utilidades. Conocedor del medio, lo tiene claro el flamante secretario de Movilidad y Transporte, Víctor Mercado Salgado, quien no por nada ya se ha manifestado en contra de la expedición de más concesiones de taxis. A ver si es cierto… (Me leen después).

 

Por: José Manuel Pérez Durán

jmperezduran@hotmail.com

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