Ya si no les sacude el riesgo de seguridad que se vive en el Alto Golfo de California, ya si no les interesa el argumento ambiental de salvar una especie, por lo menos que los mueva el interés económico: si se extingue la vaquita marina, podría caer sobre México un embargo pesquero de Estados Unidos que generaría muchísima pobreza en las costas, impactaría el crecimiento del PIB, golpearía a las empresas del sector e implicaría menor recaudación para el gobierno federal.

Está claro que el gobierno federal no le ha dado el golpe al asunto de la vaquita marina. Sader (antes Sagarpa) no tiene un plan pesquero para la zona, Semarnat ha soltado las riendas, Marina y Policía Federal dejan a los pescadores ilegales operar a su antojo, y mientras, varias ONG de Estados Unidos están al acecho: si por la inacción del gobierno de México se extingue la vaquita, es esperable que intensifiquen su cabildeo para lograr que el gobierno de la Unión Americana prohíba la importación de productos pesqueros mexicanos.

Tome en cuenta que cancelar una exportación mexicana le pega al déficit comercial, es decir, Trump estaría fascinado. Además, con el argumento de la extinción de la vaquita, podrían contar con el aval de la ONU (a través de la Unesco). Con la frontera cerrada para colocar el producto, el empobrecimiento del sector pesquero mexicano sería automático.

Actualmente ya existe un embargo camaronero: Estados Unidos no compra camarón que se saque del mar con cierto tipo de redes dañinas. Es un primer escalón. Puede extenderse el embargo a toda la pesca de la región o incluso del país. Y salir de esa va a ser más difícil que zafarse de una red bajo el agua.

 

SACIAMORBOS

Ojalá no renuncie el subsecretario de Hacienda, Arturo Herrera. Ayer, otra vez, lo contradijo su jefe, el presidente López Obrador: el lunes Herrera planteó a legisladores revivir la tenencia y cobrar impuestos a los servicios digitales, pero ayer martes el presidente en su conferencia mañanera dijo que eso no iba a suceder, que era mentira, que es lo que quieren sus adversarios (como si Herrera lo fuera).

Es la segunda vez que el presidente se la aplica a Arturo Herrera: la anterior fue hace menos de un mes, cuando el subsecretario anunció al Financial Times en Londres que por ahora no había dinero para arrancar la refinería de Dos Bocas (proyecto criticadísimo por especialistas e inversionistas) y López Obrador le enmendó la plana y hasta anunció licitaciones.

Uno solo de estos episodios sería argumento –lo es en gobiernos del mundo– para que Herrera renunciara: el presidente no puede devaluar la palabra de su enviado a hablar con empresarios e inversionistas de México y el mundo. A la autoridad hacendaria le tienen que creer porque sus palabras deben tener la capacidad de generar confianza, y eso pasa porque las consideren ciertas. Herrera tiene ya dos razones para renunciar. Y tendría razón. Pero ojalá no lo haga. Es de las pocas voces del nuevo gobierno que entienden de economía. Su presencia ahí minimiza las barbaridades, canaliza las ocurrencias, contiene los exabruptos de gasto populista, neutraliza las travesuras. Yo sé que su jefe lo ha tratado mal. Que es para renunciar. Pero ojalá, ojalá no se vaya.

carlos loret de mola a.
carlosloret@yahoo.com.mx

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