ZAPATA VIVE en el canto del pueblo morelense que no quiere dejar ir al más grande de sus hijos, a aquél que lo defendió de la mano dura del gobierno y de los ricos hacendados, de los explotadores aquellos a los que su condición económica les permitió ser dueños de las haciendas en esta bella tierra morelense.

Zapata, a cien años de su muerte vive, vive en el corazón de cada uno de los campesinos que día a día aran la tierra bajo el brillante sol, aquéllos que luchan por la injusticia que les imponen los poderosos, los que conocen lo que es la lealtad a su gente; en ellos vive Miliano, como lo llamaban los suyos.

El Tigre de Anenecuilco, el que recorrió cada rincón del sur morelense, el que luchó sin cuartel contra sus jefes, los hacendados, para darle a sus paisanos tierra y libertad, sigue vivo en el corazón de ellos, los verdaderos hombres del campo, los que lo conmemoran en el diario trabajo de la siembra, en los del norte, del sur y de cada uno de los puntos cardinales de Morelos: los hombres del calzón blanco y las manos duras. Dentro de ellos vive Miliano, el que los liberó de las tiendas de raya que los explotaban impunemente; Miliano, el que salvó a sus hijas de que se las llevaran en “La Bola”, el que defendió sus derechos con el plan de Ayala.

Hace cien años cayó en Chinameca ante la traición de Guajardo, quien le preparó la emboscada por órdenes del gobierno federal, después de haber fingido rendirse ante él y haberle regalado el caballo “As de Oros” para ganar su confianza.

Pero Zapata no ha muerto para su gente, para la que todos los días camina bajo el sol morelense, dejando la semilla del maíz, del frijol en cada surco de tierra, para la gente que aún tiene la esperanza de que regrese. Su grandeza, primordialmente, es el nunca haber traicionado a su pueblo; le ofrecieron dinero, haciendas y riqueza, y siempre hizo a un lado esas ofertas porque sólo quería que la tierra volviera a los que la trabajan con sus manos. A cien años de su muerte, y a pesar de su sacrificio, las cosas no han cambiado mucho; ahora cambiaron la hacienda por los fraccionamientos, por desaparecer las milpas para poner casas para los finsemaneros.

El agua, el preciado líquido que sobraba en Morelos lo han secuestrado los poderosos y sólo unos cuantos canales siguen fluyendo y recorriendo el campo morelense.

Hoy, a cien años de la muerte de Zapata, los reflectores se encenderán en cada plaza de Morelos, en Cuautla, en Cuernavaca y, desde luego, en Chinameca. Oiremos repetir loas a la grandeza de un hombre valiente que nunca se doblegó por el amor a sus paisanos; habrá discursos, libros, mesas redondas y cientos de homenajes, pero mañana que se apaguen los reflectores y que el presidente regrese a su trabajo cotidiano, se olvidará de él la mayoría y sólo será negocio de los que venden su figura que poco a poco se irá esfumando.

Los reflectores se apagaran y quedarán una vez más, únicamente, el recuerdo, las buenas intenciones serán olvidadas como en los últimos cien años y el campesino tendrá que seguir luchando por su subsistencia diaria por la falta de apoyos; las promesas serán muchas, pero se las lleva el viento, el viento que envolvía a Emiliano mientras galopaba en su caballo por las praderas de Morelos. Se oirán las canciones revolucionarias, las de las Adelitas, y las luchas cuerpo a cuerpo, pero se olvidarán una vez más de aquellos a los que defendió Zapata y que cada vez son los menos, los campesinos verdaderos, los que luchan cada día.

Chinameca es símbolo de traición, pero también del abandono de los gobiernos mexicanos que sólo cada año la visitan para la celebración. Han puesto dos o tres veces un museo que termina por desmoronarse, pero la ayuda para los que siembran la tierra no se da y cada vez están más olvidados; y sacarlos de esa condición sería la verdadera celebración para honrar a Zapata. Lo demás, como cada año, serán palabras y mantas con escudos de los poderosos que, como sus promesas, se las lleva el viento. ¿No cree usted?

El próximo viernes, pasado mañana, se llevará a cabo el tradicional baile de los Cuernavacos, en Mañanitas Casa Nueva, con la mejor orquesta y una deliciosa cena en el mejor ambiente de Cuernavaca, donde coronaremos a la siempre bella Rocío Pérez Fistz de Campos, que será la representante de las cuernavacenses durante este año, siendo una mujer preparada y auténtica de Cuernavaca; será acompañada por las ex reinas de los Cuernavacos y su corte de honor en un súper ambiente que tendrá de todo, sin olvidar nuestra tradición y con los importantísimos chinelos. Será un fiestón. No se lo pierda, ahí nos veremos.

teodoro lavín león
lavinleon@gmail.com / Twitter: @teolavin

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