La basura, que es cosa de todos los días, sigue haciendo que Cuernavaca sea una de las ciudades más sucias del país. Esto por la falta de civilidad de nosotros, los cuernavacenses que tiramos la basura en las calles; la pérdida de la extraordinaria costumbre que tenían nuestros antepasados de barrer el frente de su casa y la falta de contenedores decentes, donde ya separada la basura sirviera de entrada de recursos a la comuna y no de gastos, aunado todo al pésimo servicio que da el Ayuntamiento con recogedores que, en lugar de que civilizadamente recojan los desperdicios y lo hacen como en la época de la Colonia y se dedican a terminar con la ya de por sí mala vialidad de la ciudad.

Cuernavaca está cochina y llena de hoyos, con un tránsito verdaderamente insoportable y, aunado a ello, los rateros de los motociclistas de vialidad que tratan de extorsionar a todo el que creen que se pueda dejar. Y se los cuento por experiencia propia. Dos de ellos me quisieron extorsionar nada más porque se les ocurrió, inventando que me había dado a la fuga a 40 kilómetros por hora en plena tarde y en una avenida llena como Teopanzolco; lo que es totalmente ridículo. Así son de buenos para inventar cargos y, como perros rabiosos, regañarlo a uno que no ha cometido ninguna infracción; si así fueran con la delincuencia, no tendríamos la más mínima inseguridad, pero la verdad es que están entregados a robar y a ver a quién asaltan, como nos lo comentaba un lector hace dos semanas, cuando lo publiqué en esta columna. Son verdaderamente unos hampones. ¿Quién los protege? ¿Por qué se los permiten? ¿Quién es el último beneficiario? Habría que contestar esas preguntas.

De por sí, la vialidad es un verdadero dolor de cabeza, y luego con estos policías y sus jefes que si lo tratan de hacer más mal en serio no les sale. 

Y a ello le aumentamos la gran cantidad de basura amontonada en las calles, donde los pepenadores y los perros la sacan de sus bolsas, creando en cada esquina o poste un verdadero foco de infección.

Las emborrachadurías disfrazadas de cervecerías, que trabajan toda la noche, producen una cantidad de basura de unicel que no es posible reciclar y trae un daño impresionante a la ecología, pero como la autoridad, si es que existe, todo se los permite –será por una lana-, no hay poder humano que pueda limpiar nuestra ciudad.

El sábado un oriundo de nuestra capital, que ahora vive en un pueblo de Michoacán, comentaba lo extraordinario de nuestro clima, pero se quejaba de la inseguridad, señalándome que en las tres casas de familiares que había visitado en la semana, habían sufrido robos en el último mes; se quejaba del tráfico a vuelta de rueda y en el desorden total; y, desde luego, de la mugre en la que está metida la ciudad, diciéndome que todavía tiene buen clima, pero que se la están acabando. Y así no es posible; las cantidades de basura en la calle son impresionantes, estamos de acuerdo en que los contenedores de metal eran un problema, ¿pero por qué no ponerlos de plástico y de diferentes colores para que separemos la basura?

La basura es un gran negocio en otras partes del mundo. Hay un morelense en Jiutepec que hasta gasolina saca de ella, ¿por qué no hacer de estos desperdicios una fuente de ingresos para el Ayuntamiento?, ¿no hay en nuestra ciudad o entre nuestras autoridades alguien con más de tres dedos de frente, que enfrente el problema de manera integral? En verdad que es desesperante ver cómo nos hundimos en la mugre en el desorden y que nadie haga nada para remediarlo.

Aquí es tierra de nadie, cada quien hace lo que quiere y, si vas manejando y te toca enfrente el camión de la basura, verás que va tirando suciedad por todos lados y, a vuelta de rueda, va recogiendo en las calles las bolsas que muchas veces ya están medio rotas y la basura desperdigada, pues se llevan las bolsas, pero el nauseabundo contenido ahí se queda en el suelo y no hay quien tenga una escoba para recogerlo. ¿Por qué no copiar el sistema de otros países que mantienen ciudades perfectamente limpias, por qué no poner multas a los cochinos que van comiendo en el carro y aventando por la ventana la basura?, para eso deberían de servir los dizque policías de vialidad, para poner orden y multas a los que cometieran este tipo de delitos, todo es cuestión de orden y de un poco de honestidad, pero lamentablemente los policías de tránsito no son más que rateros extorsionadores, no guardianes de la ley.

Yo les aseguro que la sociedad civil en Cuernavaca le entraría con mucho gusto a mantener limpia la ciudad, si crean un sistema que verdaderamente sirva para mantener el aseo de la misma. Todos estamos cansados y queremos vivir mejor, pero mientras a la autoridad juegue al avestruz, escondiendo la cabeza, las cosas seguirán igual. Pobre Cuernavaca. Unámonos y exijámosles a las autoridades. ¿No cree usted?

 

Por: Teodoro Lavín León

 

totolavin@outlook.com

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