Ni el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado, ni la Secretaría de Salud, tienen suficientes medicamentos para cubrir las necesidades de la población mexicana.
El problema es que no somos productores de estas medicinas, porque la gran mayoría la importamos de Estados Unidos o la compramos a los grandes laboratorios subsidiarios de aquel País, los que tienen acaparado el mercado.
Sin embargo hay una fecha en que caduca el derecho de usufructo de su Propiedad Intelectual o sea, el tiempo que ellos son dueños de las patentes de estos productos y entonces los laboratorios establecidos en México, ya pueden adueñarse para el uso en nuestro País, de los componentes químicos de los mismos y convertirlos en medicamentos nacionales, usando las mismas fórmulas, cambiando el nombre y rebajándola a un precio al consumidor hasta en un 40 por ciento más barato que el precio original, sin importar que ellos se hagan su propia competencia.
Los plazos de duración de estas patentes son de diez años y después pierden su calidad de propiedad intelectual del origen donde fueron registradas en cualquier parte del mundo, por lo que pueden ser reproducidas en México bajo las normas que regula la Secretaría de Salud y la Oficina de Nombres de Patentes de nuestro País. 
A este tipo de productos se les llama “medicamentos Genéricos”, que son utilizados por la Secretaría de Salud, por el ISSSTE y por el programa llamado “Seguro Popular” y el público que desea adquirir dichos medicamentos en las distintas farmacias del País, puede encontrarlas, al final del tiempo permitido cuando ya están fabricadas en los laboratorios en México, al haberse cumplido el plazo que le da al productor original, la exclusividad de la patente. Antes de esto, no se pueden repetir los medicamentos Genéricos, sino tampoco los Similares, que aunque no son tan efectivos, son más baratos de los mencionados.
A los laboratorios que fabrican los medicamentos con los nombres originales no les conviene abaratar su producto porque se les escapan las enormes ganancias que estos dan, por tanto, compran las conciencias de muchos de los médicos locales, para que receten los medicamentos de patente a cambio de dinero en efectivo o de invitaciones al extranjero, a congresos locales o internacionales con todos los gastos pagados, siempre y cuando convenzan al paciente de no comprar Genéricos; y es así como éste tiene que comprar su medicina de patente, la cual le costaría por ejemplo mil pesos y con la misma fórmula podía conseguirla en 300 o 400 pesos.

El pretexto que muchos de los médicos que no prescriben Genéricos le recomiendan al paciente seguir tomando la medicina cara, es porque “sicológicamente el enfermo piensa que entre más cara sea la medicina, más efectiva será para su salud, lo que a veces da resultado, como cuando se le da a alguien un placebo para que crea que su cuerpo y no su mente, lo está curando de su mal.

Afortunadamente cada día hay más doctores que se niegan a recetar medicamentos de patente, tratando de cuidar la economía de los pacientes, ganándose su confianza y realmente ver al enfermo como alguien a quien hay que sanar y no a un signo de pesos.
En la mayoría de los casos, los mismos laboratorios que fabricaban los medicamentos de patente, cuando esta finiquitaba, las mismas empresas químicas fabricaban y vendían con las mismas fórmulas pero con distintos nombres y precios más bajos, los mismos medicamentos, haciéndose su propia competencia. 
La trampa que usan estos comerciantes de la salud, es que a los genéricos les ponen una fecha de caducidad más cercana que a las medicinas de patente y la mayoría de las veces, los médicos hacen hincapié en que en eso radica la diferencia. 
Hasta aquí más o menos todo está bien, pero de pronto apareció el nuevo tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, el que ahora no saben cómo ponerle, si USMAC, TEMC o TMUC o acuerdo comercial, ya que de Libre Tratado no tiene nada, pues con los nuevos aranceles que le han puesto al acero y al aluminio, entre ellas las automotrices y muchas otras cosas más. Pero de que no se sabe cómo se va a llamar es un hecho, aunque en lo oscurito, como el gobierno actual siempre procede, a lo mejor ya hasta nombre tiene. Finalmente se le encontró un nombre más adecuado que es TAMC (la verdad aún no se da claramente a conocer).
Pero además de los medicamentos controlados por las patentes están los medicamentos homeopáticos, los que están incluidos en la lista de las medicinas que no se pueden vender en México. A través de la “propiedad intelectual”, también está prohibida la venta de música y reproducciones de discos compactos que no sean originales de Estados Unidos, ni de sus cantantes, o aparatos de sonido. 
De la misma forma que está prohibido hacer con su tecnología, celulares, computadoras o vender cualquier aparato electrónico que no sea hecho en aquel País o tenga permiso especial de los dueños de las patentes, al igual que el 80 por ciento de las porquerías que adquirimos en EE UU, como telas, enseres, ropa parecida a la hecha en aquel País, además de todo tipo de refacciones para los automotores de marca estadunidense.
El Tratado de Libre Comercio de finales del siglo XX no contenía ni compromisos energéticos, ni propiedad intelectual sobre medicamentos. El original traía 20 artículos y este nuevo acuerdo tiene diez más o sea treinta artículos en total. El Tratado de Libre Comercio no tenía vigencia específica, sino una cláusula de denuncia, a través de la cual se daba notificación a las partes seis meses antes de la salida de alguna de ellas, El nuevo acuerdo incluye la cláusula “Ever Green”, que es la revisión cada seis años, pero deben de permanecer otros diez años más o sea 16 años en total.
Andrés Manuel López Obrador, el presidente electo de México se ufanó de que en el acuerdo comercial no estaba señalada la energía eléctrica ni el petróleo; pero si lo está en lo que respecta a los contratos firmados con ciudadanos de su país, toda vez que están a nombre de mexicanos que tienen las dos nacionalidades y, por consiguiente son intocables.
En Estados Unidos el 70 por ciento de los medicamentos son genéricos. Y esto porque muchos ciudadanos tienen gastos médicos y las compañías de seguros no quieren gastar tanto en sus medicamentos y, como ahí casi no existe la medicina popular, quien verdaderamente la paga es el 25 por ciento de la población, la que no tiene dinero y que todo lo que gana lo usa para mal comer y por eso los pobres tienen una vida más corta que el mexicano pobre que es el 53 por ciento de la población, pero que viven en el campo, en la sierra, en los bosques y quienes tienen una cultura ancestral y han aprendido a sobrevivir dentro de la naturaleza, aún la población que habita en los desiertos como en Chihuahua, Sonora y otros.
Lo único que se les olvidó prohibirnos en ese tratado, fueron el servicio que le prestan a la comunidad nuestros Chamanes.

Por: Rafael Benabib / rafaelbenabib@hotmail.com

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