Cuernavaca, Jiutepec, Emiliano Zapata, Temixco, Xochitepec y Yautepec viven problemas iguales. Lo saben la población y los presidentes municipales. Precisan: los problemas de vialidad, contaminación, inseguridad y desempleo comenzaron a acentuarse décadas atrás, entre otras cosas por la migración de familias distritofederalenses huyendo del sismo del 19 de septiembre de 1985 que sacudió el centro del país y causó grandísimas pérdidas humanas y materiales en la capital. (Treinta y dos años después, el 19 de septiembre de 2017 el temblor con epicentro en Axochiapan pegó fuerte en Morelos). 

Las dificultades crecieron de tal manera que acabaron por afectar la calidad de vida de más de un millón de habitantes de los municipios conurbados del valle de Cuernavaca. Juntos, la capital, Jiutepec, Emiliano Zapata, Temixco y Xochitepec generan montañas de basura, envenenan la tierra y el aire. Uno al oriente y otro al sur, Yautepec y Xochitepec acabaron pegados en la plancha de acero y concreto cuyas dimensiones sólo son apreciables sobrevolándola, ya no admirando por las noches la alfombra deslumbrante desde el mirador de la autopista México-Cuernavaca, como la seguridad permitió hacerlo hasta fines de los ochenta. 

Donde en la década de los setenta hubo campos de arroz, caña, maíz y flores, el desorden del crecimiento “sembró” casas, calles, edificios, banquetas, puentes, carreteras. El rojo de los tabiques y el negro del asfalto sustituyó al verde de los árboles y al azul de los ríos. Ruteros y taxistas acabaron apoderados de pueblos y ciudades, de carreteras, brechas y caminos vecinales. Los vehículos del transporte público son legales porque sus dueños tienen concesiones, pero ilegales los “piratas” tolerados por funcionarios corruptos históricamente amafiados con dirigentes de agrupaciones de transportistas. 

Perdido el clima envidiable de Cuernavaca, cientos de miles de motores de combustión interna aportan al calentamiento global. Por eso los calores que no se sentían en el antes y por estos días son insoportables. En números redondos, la población de Cuernavaca, Jiutepec, Temixco, Emiliano Zapata y Xochitepec ronda las 800 mil personas. En Jojutla, Zacatepec y Tlaquiltenango viven unas 110 mil personas, y 275 mil en Cuautla y Ciudad Ayala. Con variantes propias de cada centro de población, ya que en unos los problemas son parecidos y en otras similares, las soluciones serían aplicadas de manera coordinada, no aislada. ¿Pero cómo? Quizá creando tres consejos de municipios conurbados, coordinados cada uno por los alcaldes de Cuernavaca, Cuautla, Jiutepec y Jojutla, respectivamente, José Luis Urióstegui, Rodrigo Arredondo, Rafael Reyes y Juan Ángel Flores. Sería la primera vez que algo así ocurriera. 

A propósito de la importancia del fortalecimiento del desarrollo territorial, urbano y ecológico de los conurbados de las zonas central y el oriente, en noviembre de 2021 hubo una reunión de alcaldes electos. Destacaron que el gobierno, los ciudadanos y los empresarios deben tener certeza jurídica en inversiones, apertura de negocios, de empresas, construcciones y otras actividades. Pero de ahí no pasaron. El lenguaje rebuscado de un tecnócrata del Gobierno del Estado que fue invitado al evento evitó el ejemplo, liso y llano, de que hace muchos años que el crecimiento de Cuernavaca no da más que para las lomas del poniente, ya no al sur, al norte y al este, pegada la capital a Santa Catarina, en territorio tepozteco, a Temixco, Jiutepec y Zapata, y extendida la mancha poblacional de la zona conurbada a Yautepec y Xochitepec, casi rosando tierra de Puente de Ixtla y torciendo a Zacatepec y Jojutla en la zona cañera… (Me leen después).

Por: José Manuel Pérez Durán

jmperezduran@hotmail.com 

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