La lista de calamidades resulta más larga que un día sin comer. A saber: semáforos cayéndose de viejos, descompuestos, agarrados con alambritos... Guarniciones y banquetas que hace décadas debieron ser reconstruidas, destrozadas en la calle Madero y en tantas más que se hacen incontables... Limpiaparabrisas, faquires, payasos, vendedores de golosinas, repartidores de “volantes” y mendigos en los cruceros, por supuesto no punibles y efectos del desempleo creciente como la consecuencias de décadas de gobiernos fallidos… Restaurantes con licencias de funcionamiento irregulares, pues no cuentan con áreas de estacionamiento, obligados los clientes a pagar a “vallets parkings” que llevan los vehículos a calles cercanas, y a veces solitarias, con el riesgo de que se los roben… Restaurantes y cafés con mesas sobre las banquetas y otros espacios propiedad del municipio, concesionados mediante contratos legales y la sospecha de “arreglo$” por debajo de la mesa… Andadores invadidos por changarros de chucherías y comida rápida en los interiores de otros, el pasaje del edificio Las Plazas y áreas comerciales de numerosos inmuebles, apretujados los peatones, irrespetados los minusválidos y personas de la tercera edad... La Plaza de Armas y el Jardín Juárez como probablemente el Zócalo más desordenado de ciudad capital alguna, tomado el entorno por comerciantes semifijos que un día son sacados y al otro regresan, rehén de mafias dirigidas por líderes venales asociados con funcionarios corruptos, guarida de ratas de dos y de cuatro patas extendida a todo el centro histórico, desde El Calvario a Las Palmas, Morelos y el mercado ALM, en este último lugar, ausentes hace décadas las jornadas de envenenamiento de roedores que hasta mediados de los ochenta fueron  semestrales… Ruteros y taxistas cafres, tolerados por policías viales de a pie y motorizados resignados al “no se puede”, recaudadores de extorsiones y dádivas “para el chesco”… Motociclistas y patrulleros de vialidad “mordiendo” a  automovilistas con placas locales y con más a fuereños, cazando a choferes de camionetas foráneas en las entradas de la ciudad para sacar lo suyo y “el entre” del jefe… Instalaciones defectuosas de gas y electricidad en puestos y locales de comida del ALM y los mercados de Buenavista, la Carolina y Alta Vista así como en tianguis y fondas, permanente el riesgo de explosiones y pretexto de “mordidas” por parte de inspectores de Protección Civil… Sin ser nueva la anarquía pero notablemente acentuada en la anterior administración municipal, el reordenamiento no será rápido ni fácil, poco o nada participativas como se evidencian las organizaciones vecinales, reiterado el protagonismo mediático de seudo líderes empresariales, avaras las agrupaciones de comerciantes que echan pestes pero no aportan ideas de solución o proponen imposibles. Es así que Cuernavaca da a los turistas una imagen de abandono y, peor aún, de inseguridad. El recuento se publicó en julio pasado, los números no han mejorado sino empeorado: el Sistema Nacional de Seguridad Pública señaló que de enero a mayo de 2021 se cometieron 12 mil 101 homicidios dolosos en todo el territorio nacional, lo que significó una reducción del 0.9 por ciento de casos con relación al 2020 dentro del mismo periodo, es decir, sólo 111 casos menos. Pero en el estado de Morelos los números vienen aumentando, como lo muestra el hecho de que mientras durante los primeros cinco meses del año pasado se reportaron 346 casos, en el mismo período de 2021 la cifra llegó a 407, lo cual representa un alza del 17.6 por ciento… (Me leen después).

Por: José Manuel Pérez Durán jmperezduran@hotmail.com 

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