“A mí, personalmente nunca me tocó escucharla, pero a varios de los trabajadores que venían a la barranca a cortar alfalfa en la madrugada, varias veces les tocó y jamás volvían”, cuenta don Braulio, quien fue el primero en llegar a la colonia Rafael Merino, del municipio de Ayala, y establecerse ahí, al comprar un terreno al ejido ayalense.

Braulio Estudillo Guzmán, de 80 años, cuenta que hace aproximadamente 35 años, llegó a este sitio con su esposa y ocho hijos, para construir entre ambos su pequeña casa de carrizo y lámina negra, en la que, a pesar de estar rodeados de campo, empezaron a vivir incluso con el riesgo de que los animales entraran a su pequeña vivienda.

“Nosotros fuimos los primeros y por eso veíamos a los trabajadores de la alfalfa cuando llegaban y se iban y ellos eran los que nos contaban que en el río se escuchaba la llorona”, afirma don Braulio, quien asegura que muchos de ellos ya no querían ir a trabajar a esas horas por el miedo a volver a escuchar el espeluznante alarido.

La pequeña colonia está delimitada por un apantle en el que, al costado, se han empezado a construir viviendas, además de que, a unos metros, está el río Apatlaco, donde según don Braulio y su esposa, antes había sólo caña y se cultivaba alfalfa.

Sus hijos crecieron, se casaron y se fueron y ahora él y su esposa viven solos en su pequeño terreno y aseguran que nunca la han escuchado, pero que las historias que los cortadores de alfalfa, les contaban, eran suficiente para tener entretenidos a sus “chamacos”, con los pelos de punta al saber que vivían cerca de donde podrían escucharla.

La leyenda de La Llorona

Los relatos que pasan de generación a generación cuentan que La Llorona es una mujer que deambula por las calles en busca de sus hijos, a los que ella misma asesinó, enloquecida, durante una noche. Dicen que aparece en lugares por donde alguna vez pasó un río. También se dice que es una mujer muy bella vestida de blanco. Otros mencionan que sólo se alcanza a ver su silueta, que flota. En lo único que coinciden es que siempre que se deja ver se escucha un largo y aterrador grito: «¡Ay, mis hijos!».

Sobre el origen de esta leyenda hay varias versiones: una es la colonial, la cual se basa en las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, quien participó en la conqui

Cuentan que esa noche la mujer despertó a sus pequeños hijos –un niño y una niña–, tomó un puñal y los llevó al río, el cual se encontraba muy cerca de su casa. Estando ahí, ciega por el coraje, los apuñaló varias veces hasta que los dejó sin vida.sta del Imperio mexica. Se cuenta que una mujer de origen indígena era amante de un caballero español y, cuando ella le pidió formalizar la relación, él se negó porque pertenecía a la alta sociedad. Este hecho desató la tragedia por la que su alma deambularía en pena.

Minutos después reaccionó y, al darse cuenta de lo que había hecho, corrió desesperada por el río y emitió el escalofriante grito por el que la identificamos.

Desde esa noche no se volvió a saber más de ella y se convirtió en mito. Quienes juran haberla escuchado dicen que deambula en las calles y principalmente cerca de los ríos de los poblados de México

Fuente: Historias de Mi Barrio/Extra de Morelos

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