Con apenas el 1.7 por ciento de los electores a nivel nacional, el Estado de Morelos ha sido usado históricamente como laboratorio de ensayos; de “programas piloto” y de pruebas políticas y sociales del gobierno federal.
Hasta hace unas décadas, el candidato a gobernador lo designaba el presidente saliente, por lo que no había buena relación con el mandatario entrante.
Para el Gobierno Federal, todo lo que venía del presidente anterior, estaba mal hecho, y era echo a un lado, fue un problema que los morelenses vivimos largo tiempo. Con dos o tres excepciones, la mayoría de los gobernadores la sobrellevaron sin más apoyos que los que no podía eludir la Federación.

En el ‘88, Antonio Riva Palacio -palomeado por el presidente De la Madrid, meses antes de que este concluyera su mandato- arrasó para gobernador; solo unos meses después, el candidato del mismo partido a la presidencia, Carlos Salinas perdió drásticamente aquí en Morelos, el nuevo gobernador batalló todo su sexenio, pero su la habilidad política y su vieja amistad con el padre del presidente, lo mantuvieron en el puesto, todos, todos los demás gobernadores donde se perdieron las elecciones federales fueron forzados a renunciar.

Seis años después, con la aprobación del presidente saliente Salinas en el ‘94 llegó Carrillo Olea (’94-’98) quien tuvo graves diferencias con el entrante Zedillo (‘94-2000) por su relación con su antecesor, esa fue la razón principal de su salida y no las que se adjudican sus opositores que solo fueron usados para lograr ese fin, ese sexenio lo concluyó Morales Barud del `98 al 2000.  

Para ya no arrastrar esas diferencias, y por no poderse alargar legalmente el periodo de Morales Barud; de mayo a septiembre de ese año se nombró gobernador a J. Arturo García Rubí para empatar las elecciones estatales con las federales. Los tiempos permitían ya, que los candidatos al Gobierno Federal fueran quienes designaran sus candidatos para Morelos, siempre con el interés del estado de allanar esas diferencias. En esos cambios, el fenómeno Fox benefició al candidato del PAN a gobernar Morelos, y este, fue quien cosechó esos cambios.

Después de dos gobiernos panistas donde la delincuencia y la protección al narco se hizo más que evidente, para colmar, llegó un gobierno perredista con graves acusaciones de corrupción.
En 2018, con el abstencionismo, el voto de la hartada, la venganza, promesas de justicia y becas y aliándose con líderes corruptos, triunfó López Obrador, llevando de la mano a un popular futbolista para gobernador, por un lado, para no tenerlo como opositor de otro partido, y por otro para allegarse de los votos de su fanaticada.
Ahora, Morelos es de los estados con más delitos si consideramos el porcentaje por número de habitantes; el narco, la inseguridad tienen presencia en todos los municipios y gobiernos alternos en la mayoría, con alcaldes sometidos y siguen avanzando, nadie está seguro ni en su casa. Las extorsiones, incluyendo de la policía, cobros de piso, cierre de actividades comerciales y empresas, con menos empleos y más pobreza, provocan éxodo de familias completas, o quienes pueden, envían a sus hijos fuera.  
P. D. Hasta el otro sábado.

“Historias y Relatos”
Carlos Lavín Figueroa
carlos_lavin_mx@yahoo.com.mx

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