El debate que existe en México sobre el populismo de izquierda y derecha adquiere relevancia conforme nos acercamos a las elecciones del 2024. Lorenzo Córdova Vianello, Consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, en el mensaje de presentación del libro de Nadia Urbinati, “Yo, el pueblo. Cómo el populismo transforma la democracia” publicado por el INE y la editorial Grano de Sal. La primera edición data del 2019, con autorización de la Universidad de Harvard, Córdova recuerda la frase del manifiesto comunista de Marx: “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”. Córdova sustituye el comunismo por populismo y de esta manera señala la amenaza real que significa el avance del populismo en el mundo.
Nadia Urbinati es catedrática de la Universidad de Columbia con doctorado en Ciencia Política en el Instituto Universitario Europeo de Florencia. Sostiene en su libro que el populismo es un fenómeno global. Pero no hay que equivocarse al mirar de soslayo el advenimiento del populismo en nuestro país y asumir que - mal de muchos, consuelo de tontos -. Hay por que estar alertas. Por el contrario, conocer cómo es que llegan en el siglo XXI los populismos y cómo se comportan en el poder, es indispensable para estar conscientes y anticipar hasta dónde pueden llegar.
Urbinati sostiene, como también lo ha reconocido Roger Bartra, entre otros analistas e intelectuales, que el populismo puede ser de derecha o de izquierda. Da diversas pistas para demostrarlo y reconoce desde Maduro en Venezuela hasta Trump en EUA. 
Por qué es importante estudiar el populismo. Porque el populismo está transformando nuestras democracias y debemos tratar de comprender hacia dónde se dirigen.
¿Cómo es que los populistas triunfan en sistemas democráticos considerados como estables?. Primero, la existencia de una élite que es como propietaria del país y se beneficia de la riqueza social y económica, propiciando una enorme desigualdad. Luego, los partidos se desprenden de sus bases sociales y sufren la pérdida de su militancia al no responder a los intereses de sus otrora militantes y simpatizantes. Finalmente la clase media se achica y crecen las clases populares. Así, las condiciones están dadas para que surjan líderes que son la encarnación del pueblo. Del pueblo bueno.
Córdova en su presentación dice que “El populismo se sostiene así en dos condiciones: la identidad de un sujeto colectivo y abstracto, ‘el pueblo’, y los rasgos específicos del líder, que encarna a dicho sujeto y que lo hace visible”. 
Los partidos se convirtieron en máquinas de votos; en aparatos meramente electoreros. Al perder su esencia de representación, los partidos ocasionan que los populistas sustituyan “la democracia partidista con democracia populista; cuando lo consiguen... fomentan el despliegue permanente de la gente (el público) para apoya al líder electo, o modifican la Constitución vigente para reducir las restricciones que tiene la mayoría para tomar decisiones.” (Nos suena conocido).
Cuando el populismo llega al poder, constantemente hacen notar su identificación con “el pueblo”. Hugo Chavez le dedicó más de 1500 horas en su programa de tv. Berlusconi tuvo también presencia diaria por años y Trump en twiter noche y día.
El populismo, más adelante agrega Urbinati, se muestra intolerante con las libertades civiles pues solamente la mayoría que ganó, tiene la capacidad para resolver los conflictos sociales (Aeropuerto de Texcoco, elecciones a mano alzada, etc.). Destruye las instituciones y las sustituye para hacerlo directamente con la mayoría y su líder excluyendo a las minorías.
El populismo, sostiene la autora, es un sistema que centra una relación directa entre el líder y aquellos que considera individuos “buenos”. Deshecha a los demás. El populismo implica sustituir el todo con una de sus partes. Cambia el discurso cuando no logra cambiar la Constitución por uno que fomente la enemistad, se burle de la oposición, o ataca la independencia judicial. (Me suena, me suena...).
Cualquier parecido con lo que México está viviendo es pura coincidencia.

Por:  Ariel Homero López Rivera /opinion@diariodemorelos.com

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