Si los incendios no se pueden evitar, sí se pueden prevenir con medidas conducentes. Yo conozco las distintas zonas forestales de la parte poniente y norte de la capital morelense: la serranía alta de Cuernavaca, los piedemonte, la vegetación del valle y los  bosques de galería de las barrancas, áreas donde crecen bosques de pino encino y de selva baja caducifolia. Son los recursos forestales por los cuales los tlahuicas le dieron el antiguo nombre de Cuauhnáhuac a la actual Cuernavaca, palabra náhuatl que significa “Lugar rodeado de bosques y selvas”. Debido a esta riqueza forestal en Cuernavaca hemos gozado de un clima de los más agradables del mundo.

Lamentablemente en las últimas tres décadas nuestros bosques y selvas se han visto amenazados, perturbados y deteriorados por los incendios forestales, debido a que estos recursos vegetales no son protegidos. Siempre han existido indefensos y vulnerables, sin que nadie los proteja, a pesar de ser los pulmones que generan el oxigeno para los habitantes que vivimos en sus cercanías. Muchas zonas forestales subsisten bajo el régimen de tenencia comunal o ejidal, y sin embargo los comuneros y ejidatarios han sido omisos para cuidar esas áreas naturales. Al contrario, han permitido la depredación de esos recursos con la invasión de asentamientos humanos. Los bosques y selvas no solo por incendios y asentamientos han sido dañados, otra actividad que ha acabado con la fauna silvestre de las zonas forestales es por la cacería deportiva y furtiva. 

En nuestro país existen infinidad de categorías forestales como son los parques nacionales, áreas naturales protegidas, reservas ecológicas, zonas federales y pueblos mágicos, sin embargo estos espacios naturales a pesar de ser declarados patrimonio de la nación, nunca han sido cuidados bajo un reglamento adecuado integral, por tal motivo estas zonas conservadas han sido lamentablemente dañadas, es decir, la mano del humano ha provocado los desastres naturales que hemos visto últimamente con fatales consecuencias para la flora y la fauna. Los incendios acaban no solo con la vegetación, sino con el hábitat de los animales que son presas de los incendios. También cabe mencionar otra devastación de los bosques: la tala a gran escala para producir maderas y la tala en baja escala para producir leña, carbón y cal.  

De qué sirve tantas declaraciones patrimoniales si las autoridades correspondientes no se preocupan por cuidar el patrimonio de nuestros bosques y selvas. En el valle de Cuernavaca ya están contaminadas la mayoría de las barrancas, la basura y fauna nociva es parte de nuestro entorno citadino, el aire que respiramos ya no es limpio por la contaminación de los automotores y las fábricas y últimamente los incendios están acabando con el último patrimonio que nos queda: nuestros bosques y selvas.

Las autoridades nunca han implementado un proyecto acertado para proteger las zonas forestales, por este motivo vemos con impotencia tantos incendios que están acabando con lo más preciado del ser humano: la flora y la fauna. Las autoridades están más preocupadas en otros asuntos, menos en cuidar el medio ambiente que ya sufre las consecuencias del cambio climático y del calentamiento del planeta. En concreto aquí en el estado de Morelos y específicamente en las áreas forestales es urgente echar a andar un plan enfocado a cuidado nuestras selvas y bosques. Se necesitan medidas preventivas y no correctivas, como ha sido la política de las autoridades. 

En primer lugar las áreas patrimoniales antes mencionadas deben protegerse con guarda bosques, policía montada o motorizada y con binomios caninos, en coordinación con los comuneros y ejidatarios. Es más, debería crearse una guardia forestal. Deben colocarse anuncios preventivos que restrinjan, adviertan  y eviten  irresponsabilidades de personas que se introducen a las zonas forestales. Fijar entradas y salidas en las zonas forestales con horarios, donde estén presentes guardias que revisen las mochilas de los excursionistas, para asegurarse que no introduzcan armas, gasolina y cigarros. Solicitar a las autoridades que por lo menos una vez a la semana y en días festivos helicópteros oficiales hagan vuelos de vigilancia en las zonas forestales. Los vecinos de las zonas forestales deben organizarse en colectivos de vigilancia. Colocar cámaras de vigilancia en postes altos y con alambres de púas para vigilar los parajes más transitados de las zonas forestales. Colocar en lugares dispersos estanques o piletas de agua por si se requiere del vital líquido por cualquier emergencia. Prohibir que dejen basura en las zonas forestales, principalmente desechos inorgánicos. Ojalá Tepoztlán tomara en cuenta esta propuesta.

Si se aplicaran las citadas medidas para cuidar nuestros bosques y selvas, se reducirían considerablemente los incendios que afectan la existencia de nuestra madre naturaleza; se conservaría la armonía ecológica que da vida a las zonas forestales. No sucederían casos como este que me tocó ser testigo: Al poniente de la capital morelense, a una distancia de seis barrancas del centro de Cuernavaca, se localiza la barranca Tilapeña, no contaminada y que conserva el 95 % de su biodiversidad. En el lecho de esta barranca fluye la corriente de un arroyo milenario que en temporada de lluvias se convierte en caudaloso río. En las márgenes del arroyo hay una galería de ahuehuetes de más de 10 kilómetros de longitud. Pues resulta que en un tramo, a un ejidatario se le ocurrió incendiar más de diez ahuehuetes para que la luz del sol penetrara hasta la rivera del arroyo, donde plantó un huerto, y  debido a que el follaje de los sabinos no permitía que la luz del sol llegara a su huerto, se le ocurrió quemar los milenarios ahuehuetes. Una ocasión le pregunté al anciano ejidatario por qué incendió esos árboles y me contestó: “Por ignorancia”. Estos son los desastres que deben evitarse si las autoridades canalizaran recursos para cuidar las zonas forestales.

Por: Juan José Landa Ávila / jjlanda.cronica@gmail.com

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