El sacerdote estadounidense Patrick Murphy supo que su vocación sería la de cuidar de los demás aún sin conocerlos cuando en 1976 quedó enfermo y fue atendido sin el menor titubeo por una familia de Cuernavaca, a donde había llegado para aprender español como seminarista.
“Ellos me cuidaron y ni siquiera me conocían, fue cuando me dije que yo también debía cuidar de la gente que no conozco”, cuenta el padre Murphy, quien desde hace siete años dirige la Casa del Migrante en Tijuana, Baja California.
Dice ser una especie de ‘chilango estadounidense’ por haber nacido en Nueva York, hace ya 67 años.

Inspirado por su hermano empezó sus estudios religiosos a los  14 años con un noviciado en la Universidad de Chicago, mientras estudiaba la high school.
Aunque su hermano no duró nada en la congregación, recuerda que decidió continuar como seminarista y se mudó a Canadá para estudiar teología, hacer sus votos y cumplir su sueño de convertirse en sacerdote.
El próximo año el padre Patrick Murphy cumplirá sus 40 años en el servicio eclesiástico, una trayectoria en la que se ha enfocado en velar por los migrantes, una inclinación que parece tuvo que ver con la influencia que le generó otro de sus hermanos.

“Tengo un hermano que pasó 20 años cuidando migrantes cuando era oficial en una cárcel de Nueva York, donde actualmente vive, él cuidaba a los migrantes allá, él tiene su vida allá… y yo tengo mi vida acá”.
Es de este lado del continente donde el padre Murphy ha hecho su trabajo en favor de los migrantes como director de la Casa del Migrante.
“No puedo imaginarme en otro lugar, si me mandan a una comunidad estadounidense me muero, aquí hay vida, hay fiesta, aquí están felices con los frijoles, con la música”.
En mayo próximo el padre Murphy cumplirá siete años como director de la Casa del Migrante, a la que llegó en calidad de relevista emergente, pero en el que se ha mantenido.

“Me mandaron de emergencia, yo no sabía que me iba a quedar, en ese tiempo de diciembre del 2012 mi provincial me llamó y me dijeron qué piensa de ir a Tijuana y yo les dije, tengo 60 años, no soy tan joven, yo creo que es un plan de Dios, estoy feliz, no imaginé que iba a estar tan feliz en este lugar”.
La Casa del Migrante de Tijuana ya era conocida para el padre Murphy, ya que en 1993 tuvo una breve estadía de cuatro meses, y por eso se sintió emocionado de regresar cuando hace 7 años se lo propusieron.
“Porque aquí brindamos esperanza a la gente para un futuro mejor”, comentó.

En los últimos seis meses la Casa del Migrante ha tenido que adaptarse ante las políticas excluyentes del gobierno estadounidense que encabeza Donald Trump.
Desde entonces en el albergue da cabida a familias enteras con niños y en ocasiones hasta hace las funciones de guardería infantil.
Poco es el tiempo que el padre Murphy dedica para sí mismo, disfruta de la compañía de sus perritos “Happy” y “Frijol”, cuando hay buen clima se escapa a Rosarito para gozar de la lectura y las puestas del sol.
Considera que el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador es una persona de buen corazón, pero que no está enterado de la labor que hacen los albergues como la Casa del Migrante y por ello no han recibido el apoyo que se requiere en Tijuana.
“Nosotros hacemos el trabajo que el gobierno debería de hacer, hemos perdido 20 por ciento de nuestro presupuesto, hemos buscado de otras partes porque tener un espacio para niños nos cuesta dinero”.
“Muchos expolíticos están ganando dinero de los migrantes, abren casas y no les dan atención a los migrantes, esa es la corrupción que deben de acabar”, concluye Patrick Murphy.

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