El domingo se jugó en la ciudad de Los Ángeles, California, la Gran Final por la supremacía futbolística en la zona norte, centroamericana y del caribe, la Concachampions, entre los locales LAFC y el cuadro de León. Los esmeraldas habían ganado en la ida al son de dos por uno y en la vuelta, pese a mostrar una apabullante superioridad, solo pudieron vencer a un débil cuadro angelino por la mínima diferencia.

Se ha hablado mucho de un supuesto acercamiento en distancia, calidad y proyección de los equipos que militan en la MLS a los cuadros mexicanos, pero la verdad sea dicha, en esta final resultó patético ver el paupérrimo nivel de los representantes gabachos.

Tampoco crea usted que la fiera jugó por nota o borró a su adversario, para nada y las veces que vio su arco en peligro fue más por sus errores que por algún acierto de los rivales.

La gran expectativa para estos dos encuentros, más allá de lo obvio de encontrar al campeón, era la actuación del mexicano Carlos

Vela enfundado en la casaca californiana y ver cuánto podría aportar para su causa. Vela es, en mi opinión, el jugador mejor dotado técnicamente de su generación, sin embargo, un temperamento blandengue y tibio le impidió, porque ya no es ningún chiquito, triunfar a plenitud. Alguna vez declaró que no le gustaba el futbol. Para él era una forma de trabajar y ganarse la vida, pero hasta ahí. Eso no tiene nada de malo, figuras de calidad inconmensurable como Gabriel Batistuta han afirmado lo mismo, sin embargo el “Batigol” jamás se negó a enfundarse la camiseta argentina y menos a participar en un Mundial.

Carlos ha ganado carretadas de dinero y eso quizá lo haga feliz, pero a lo mejor cuando sea viejo, se pregunte si los autos, las casas y la fama fueron lo importante o si tiró por la borda la inmensa posibilidad de trascender.

En los dos partidos ante la “fiera” lo vimos deambular por el campo sin una idea fija, sin tener la pelota y cuando la pedía, exigía que se la dieran cortita y al pie. Es más, exasperó tanto a su entrenador Steve Cherundolo, que harto de sus actitudes pueriles y prepotentes, lo sacó cuando faltaba más de media hora por jugarse.

En fin, a sus 34 años seguro Vela pensará que ya no tiene nada más que demostrar. Jugó en Europa y vino a los Estados Unidos a redondear sus jugosos ingresos pero nada más. Conozco a varios funcionarios y promotores que le rogaron en repetidas ocasiones que aceptara jugar con la selección y la negativa fue constante.

En lo que todos están de acuerdo es que, según su dicho y palabras más, palabras menos, “es un chico muy mamón”.

En fin, lo cierto es que cada quién vive su vida y Carlos ha hecho lo que para él es lo correcto, aunque cada partido que pase lo sigamos viendo como una…vela apagada.

 

Por: Arturo Brizio

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