Temprana la mañana del martes 19 de febrero de 2019, tocaron a la puerta de la casa de Samir Flores Soberanes, en Tetelcingo. Abrió y uno o más sujetos le metieron cuatro balazos, dos de ellos en la cabeza. Un año más tarde, entrevistado la tarde del viernes 25 de febrero de 2020 en Jonacatepec, el gobernador Cuauhtémoc Blanco Bravo declaró que el titular de la Fiscalía General del Estado (FGE), Uriel Carmona Gándara, “sabe quién” asesinó a Samir pero no quiere revelarlo “porque “tiene miedo”. El pasado jueves 12, a dos años de la muerte del activista social de la zona oriente de Morelos que participara en el movimiento contra la apertura de la planta termoeléctrica de Huexca, el fiscal Carmona volvió a pedir paciencia a los familiares y amigos de Samir. Pretextó: “No vamos a caer en presiones, queremos dar resultados sólidos”. Impune hasta hoy, en cierta forma este caso tiene relación con la historia de un asesinato que quedó sin castigo, el de Vinh Flores Laureano, su tío que no conoció Samir. En 1977, el cadáver de Vinh fue hallado en los límites con el estado de Puebla. Se decía entonces que Vinh había cursado estudios en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú. La siguiente historia, que de cierta manera atestiguó el columnista, estuvo relacionada con el activismo de Vinh. Turistas y lugareños atestábamos el Zócalo de Cuernavaca las noches de viernes y sábados, pero el 16 de marzo de 1977 no cayó en fin de semana, sino en miércoles, así que muchas personas no había. Por la mañana, los “orejas” de Gobernación, la Zona Militar y la Policía Judicial reportaron el contingente de Temoac que, tras salir caminando del crucero de Amayuca y pasar la noche de la víspera a la altura de la colonia La Joya, llegarían a Cuernavaca pardeando la tarde. Sorprendieron, eran cientos, formada la muchedumbre por hombres y unas cuantas mujeres que colmaron la Plaza de Armas. Se les notaba extenuados y no era para menos. Habían andado unos sesenta kilómetros, hostiles, decididos a no regresar a sus pueblos de Temoac, Amilcingo, Popotlán y Huazulco sino hasta haber conseguido su propósito. Querían ser municipio y lo lograrían topara en lo que topara. El gobernador Armando León Bejarano no se imaginaba cómo se las gastaban los pueblos de la región oriente de Morelos, no era de aquí. (¿hoy esto le recuerda una coincidencia al lector?). Impuesto un año antes desde la Ciudad de México como “virrey” de Morelos, Bejarano llegó con su séquito de la Legión Extranjera a gobernar una tierra que desconocía. Debió sacudirlo la rebeldía de los ejidatarios, los peones, los profesores, las señoras de rebozo del Morelos rural. Eran tantos que no cupieron en el Salón Gobernadores, así que sólo pudo pasar una comisión integrada por unos doscientos. Para que los de afuera pudieran escuchar lo que se iba a decir adentro, pusieron bocinas en los balcones de Palacio. Juntos, Temoac y los otros tres pueblos satisfacían el requisito constitucional de tener un mínimo de diez mil habitantes para erigirse como el municipio 33 y escindirse de Zacualpan. La discusión continuó por horas, los “temoacos” se mantuvieron firmes y aguantaron hasta la madrugada, cuando por fin Bejarano dobló las manos y cedió a la fundación del municipio con cabecera en Temoac. Sin embargo, el gentío no abandonó la explanada del corazón del poder político de Morelos. Quedamos algunos reporteros hasta el otro día que la muchedumbre aceptó irse, pero llevándose el ejemplar del periódico oficial con el decreto de la creación del municipio de Temoac que a partir de 1978 celebrarían cada 17 de marzo… (Me leen después).

Por JOSÉ MANUEL PÉREZ DURÁN / jmperezduran@hotmail.com

Cumple los criterios de The Trust Project

Saber más

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

Sigue el canal de Diario De Morelos en WhatsApp