Es la del “grito” de Independencia la única ceremonia oficial que abarrota de mexicanos emocionados las plazas públicas en pueblos chicos, que atesta la gran Plaza de la Constitución del ex Distrito Federal y desborda los zócalos de las capitales estatales. Vibra la gente exaltada, latente el fervor patrio que nos recuerda a los héroes que nos hicieron libres… Prohibida hasta hoy en Cuernavaca la venta de elotes durante las noches del “grito”, eso fue hace quién sabe cuántos años cuando la muchedumbre de abajo lanzó una lluvia de elotazos a los de políticos de arriba que estaban en el balcón central del Palacio de Gobierno. El incidente quedó para la anécdota, como la del alcalde de voz afeminada que leía el acta de Independencia y al que entre la muchedumbre alguien le gritó fuerte y claro: “¡habla como hombre, cabrón!”, y las carcajadas se oyeron hasta el Palacio de Cortés… Algunos septiembres han sido tristemente trágicos. Por estos días de hace seis años la tormenta “Manuel” golpeó al estado hermano de Guerrero. Inmisericorde, letal, el zarpazo meteorológico causó daños  nunca reparados del todo, ofrecidos hipócritamente por el gobierno a docenas de miles de damnificados 37 mil millones de pesos para la reconstrucción que no se llevó a cabo de manera total... Septiembre suele tener una especie de maldición, por hechos funestos que han conmocionado a la humanidad. Pasado por agua medio país, agarrado a dos chorros por el huracán “Ingrid” y el tormentón “Manuel” que atacaron las costas mexicanas del Atlántico y el Pacifico, el noveno mes de 2013 fue aciago, trágico… Subsistentes los recuerdos de septiembres monstruosos, el de dos años atrás no fue la excepción: el huracán Katia golpeó las costas de Veracruz y Tamaulipas, el temblor del jueves 7 de septiembre de 2017 enlutó el istmo oaxaqueño mientras en el Atlántico Irma se abatía sobre Cuba y la Florida. Otros eventos dejaron huellas indelebles en regiones específicas del mundo y en México: 1972, el llamado Septiembre Negro de las Olimpíadas de Munich, cuando fue secuestrada la delegación israelí; 1973, el golpe de Estado en Chile que tiró el socialismo de Salvador Allende e instauró la dictadura brutal de Augusto Pinochet, y también en 11 de septiembre los atentados terroristas a las Torres Gemelas y el Pentágono, en 2001, y el 19 del mismo mes pero de 1985 el gran sismo que enlutó a México que se repetiría 32 años después, esta vez con epicentro en Axochiapan, Morelos… En el nivel local varios septiembres enmarcaron sucesos violentos que, si sacudieron a la sociedad de entonces, fue porque conservaba la capacidad de asombro, no como hoy: 20 de septiembre de 1987. Es asesinado a tiros el juez federal Pedro Villafuerte Gallegos, afuera de su casa de la colonia Reforma. Para investigar el caso, cuatro días más tarde llega a Cuernavaca el desaparecido jefe de la Interpol-México, Florentino Ventura. Del ataque al juzgador fueron imputados Reynel Cuenca Marino, Felipe Cuenca Maldonado y Marcial García Maldonado, originarios del poblado serrano de Corral de Piedra municipio de Chichihualco, Gro., quienes pocos días antes se habían evadido de la antigua penitenciaría de Atlacomulco saliendo por la puerta principal disfrazados de celadores. En septiembre del 87 y en la misma prisión, la madrugada del 16 es ultimado el piloto norteamericano Robert Nelson Read. Cuatro reos fueron señalados como los autores del homicidio: Guillermo Martínez Vargas, Ricardo Silva González, Ramón Sandoval Flores y Jorge Luis Gutiérrez Vivas. La Procuraduría de Justicia boletinó: irrumpen en la “trinaria” 14, donde duermen el aviador, Julio Javier Lara, Ricardo Martínez Bernal, Juan Luis Martínez Bernal, Luis Manuel Sanz Pola y Fernando Negrete Venegas. Los sicarios abren el candado de la reja, reventándolo con una varilla de 80 centímetros de longitud. Usando el mismo artefacto, uno le pega a Sanz Pola en un brazo y la pierna derecha, otro le asesta un puntazo en la pierna izquierda a Robert y uno más le da otro piquete en el pecho. Se retiran pero regresan a los cinco minutos para rematar al gringo. Cuatro años más tarde, el 14 de septiembre de 1991 la comunidad médica de la delegación del IMSS es sacudida por el asesinato de la doctora María de Jesús Hernández Beltrán. El o los homicidas le cortaron la cabeza y le amputaron las dos manos. El sospechoso, un oftalmólogo que no fue encarcelado, desaparecería meses después... Y por estos días, el fallecimiento del empresario Adolfo Deguer Kado, la mañana del miércoles pasado. Cuernavacence de cepa, Adolfo tuvo por pasión a los automóviles, el  cariño de sus hijos e hijas, la fortuna de una multitud de amigos y un ideal: Cuernavaca. Descanse en paz… (Me leen después).

 

José Manuel Pérez Durán
jmperezduran@hotmail.com 

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