Antonio Villalobos Adán está haciendo lo que no hizo ningún alcalde de Cuernavaca: cerrar antros de vicio a diestra y siniestra. Bares, “vinatas”, botaneras y piqueras en general, como se les llamaba antes, sumaron veintinueve cerradas el pasado fin de semana… y contando, ya que los operativos de revisión seguirán no sólo en la avenida Universidad, donde irónicamente la beca-salario multiplicó las “chelerías”, también en la Barona, en otras colonias, en la avenida Paseo del Conquistador y en el resto de la ciudad. Más aún: suspendido el pago de refrendos, también lo está la emisión de nuevas licencias de funcionamiento, así que la batida contra negocios irregulares no tiene un propósito recaudatorio, sino de recomposición del tejido social pues tácitamente combate al alcoholismo... Lo que, para que lo sepan los funcionarios fuereños que de Morelos sólo saben que cuando eran niños sus papás los traían al balneario o a “gorrear” a los amigos que tenían casa con alberca en Cuernavaca, trae a cuento “La Ruta del sol”. Le decían así los adoradores de Baco. Arrancaban las noches de viernes en el centro de Cuernavaca, seguían en El Polvorín, compartiendo la cena ya de madrugada; luego a Temixco y a Zapata, pillados allí por los primeros rayos del astro rey; dependiendo del aguante, el regreso a Cuernavaca era a las siete u ocho de la mañana, rematada la parranda maratónica con una pancita en el mercado López Mateos, y sólo hasta entonces, secos ya los bolsillos y agotada la gasolina, retirarse a casa. Se podía, había seguridad y el único riesgo eran las peleas a puñetazos o los “borrachazos” por accidentes de tránsito que a veces arrojaban saldos fatales. Sucedió hasta fines de los ochenta, pero antes ya se hablaba de controlar los bares, botaneras, restaurantes con venta de bebidas alcohólicas y toda suerte de establecimientos etílicos. Un asunto más viejo que la tos que la corrupción ha hecho posible tanto en la capital como en pueblos del interior, donde cualquiera puede abrir un negocio de vicio y ampararse para que no le sea clausurado por la autoridad. Hoy, cerrada buena parte del antrerío por el Ayuntamiento citadino, es cosa que aplaude la gente decente de la ciudad; suena bien la guerra contra el vicio, pero mejor si va acompañada del alcoholímetro. Cuernavaca lleva años esperándolo, dieciséis a partir de 2003 cuando el programa Conduce sin Alcohol fue implementado en el ex Distrito Federal y pronto demostró que evita accidentes automotrices por parte de conductores pasados de copas. El dato ilustra la importancia del tema: para el 2011, en la Ciudad de México el alcoholímetro había sacado de circulación a 90 mil conductores ebrios, muchos de los cuales probablemente se salvaron de perder la vida o de quedar lisiados en accidentes de tránsito vinculados a la ingesta de alcohol. De acuerdo con estudios de organismos internacionales en materia de vialidad, en 2006 México ocupaba el séptimo lugar a nivel mundial en muertes por accidentes de tránsito ligadas al consumo excesivo de alcohol, de modo que fallecían aproximadamente 24 mil personas al año por accidentes de tránsito y 55 cada día. Seis años más tarde, el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CNPD) señaló que la principal causa de muerte entre los jóvenes seguían siendo los accidentes automovilísticos, y que en estos hechos el 50% involucraba la ingesta de bebidas alcohólicas. El CNPD destacó el costo anual promedio de los accidentes: 120 millones de pesos, y aunque en ocasiones la cifra se disparaba subrayó que los accidentes de tránsito representaban la cuarta causa de muerte en nuestro país y que los principales efectos que los provocan pueden ser evitadas en un 90%, como el exceso de velocidad, el consumo etílico o drogas, no respetar los señalamientos, no usar el cinturón de seguridad así como portar un objeto en las manos. Todo lo cual no ha cambiado mucho pero no está de más subrayarlo. Según estudios coincidentes en la misma materia, si no existiera el alcoholímetro en la capital mexicana y en otras entidades del país la cifra de decesos sería un setenta por ciento más... SENSIBILIDAD social del presidente municipal Rafael Reyes Reyes hay en la ampliación de horarios de los centros de salud de Jiutepec, diez de doce que dan atención y medicamentos de las 8.00 am a las 19 pm, incluidas dos que se localizan en las colonias Tlahuapan y Parres. Faltando solamente los de la Independencia y Tejalpa, cuyos horarios de atención deberán estar ampliados en agosto, la cobertura ya es del 83 por ciento. Un trabajo en comunidades pobres que el Gobierno del Estado no brinda de manera total… (Me leen el lunes).

José Manuel Pérez Durán
jmperezduran@hotmail.com

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