Bulle de gente el Jardín Juárez; nada que sea raro a las diez de la mañana. La concurrencia es variopinta. Están el bolero, presto a atender a sus clientes, así como el joven ejecutivo de banco que, “negreado” por sus jefes, pudo darse una escapadita, y el vendedor de seguros envuelto en el traje lustroso a fuerza de tanta planchada. Las personas cruzan del edificio Bellavista al Palacio de Gobierno, caminan hacia el edificio Las Plazas, torean coches, vehículos de todo tipo se cuentan por docenas. “¡Libre!”, ofrecen inútilmente los taxistas a los clientes que escasean. Esquivados los puestos de dulces “típicos” y de elotes por hombres y mujeres que caminan en zigzag, son observados por los viejos pensionados que conversan bajo el árbol cuyas ramas los protegen de los rayos candentes del sol. En la Plaza de Armas el día transcurre más o menos normal. Aunque poca, la gente entra y sale del Palacio de Gobierno, saludan a los hombres de seguridad encorbatados que sudan a chorros. Las personas caminan apresuradas, no porque tengan prisa sino calor. Se ve a jubilados tomando café o que acaban de almorzar en los restaurantes del entorno. Señoras que salen de los pasajes comerciales cargando bolsas con las compras del día, amas de casa caminando por Guerrero, Degollado y No Reelección, o bajando al mercado ALM por el Puente del Dragón para avituallar a la familia. Todo normal, si no fuera por los tapabocas parecería que la pandemia del maldito covid no existe. En la colonia Lagunillas tienen otros datos. El alcalde Antonio Villalobos hace un merecido reconocimiento a las enfermeras y al personal de las unidades médicas del IMSSS que durante tres días han trabajado en esa y en otras localidades de la ciudad. Los vacunados muestran sonrisas de ya la hicimos, mujeres y hombres mayores de 65 optimistas tras ser inoculados. Pero otra es la historia en la comunidad indígena de Tetlama. A mediados de febrero, el presidente Andrés Manuel López Obrador dispuso las primeras dosis de vacunas a adultos mayores de 65 en 300 municipios marginados, entre ellos, Temixco, al que pertenece Tetlama. Y así se hizo, pero no la segunda dosis que debió ser aplicada este fin de semana. El delegado de Bienestar Social, Raúl Anaya Rojas, subestimó la instrucción presidencial, y la representación del IMSS justificó la desobediencia. Otro gallo les canta a los capitalinos. Hasta la prensa conservadora reconoce que en la CDMX la campaña de vacunación ha sido eficiente, ejemplar. Por ese y otros motivos la aceptación social del 70 por ciento al desempeño de la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, que no por nada “huele” a Presidenta. Los números de la Secretaría de Salud pintan el paisaje del covid: el martes, en el corte de las 16.00 horas en México habían sido aplicadas 399 mil 70 nuevas dosis de vacuna, por lo que el total nacional ascendió a 12 millones 252 mil 769 inoculaciones… ¿Consuela la comparación de esta lectura?: La pandemia de influenza en 1918 recorrió el mundo con gran rapidez. Los primeros cálculos sobre la morbilidad indicaron 20 millones de contagiados, pero luego se supo que fueron entre 40 y 50 millones a nivel global. La letalidad osciló entre 2.5 y 5% de la población mundial. El efecto de la pandemia fue desigual, y el área más afectada fue las islas del Pacífico en Asia. Arrasó con varias comunidades y desapareció tan rápido como llegó. Los médicos, los servicios de salud, de la comunidad y funerarios fueron rebasados. Se acondicionaron escuelas, galerones o cualquier edificación útil para alojar al enorme número de enfermos en camastros, hacinados. Increíblemente los adultos jóvenes, en apariencia sanos, sufrieron la más alta mortalidad. La mayor parte de las muertes fue atribuida a la neumonía, ya fuera directamente provocada por el virus o por una infección secundaria de otro patógeno… Dios nos cuide… (Me leen después).
Por José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com