En la primera semana de agosto anterior, una nota del Diario de Morelos advirtió que Cuernavaca es considerado como un foco rojo en cuanto a feminicidios. Por esos días se estaban contabilizando cuatro casos mensuales, según informó la titular de la Fiscalía Especializada para la Investigación y Persecución del Delito de Feminicidios. Fabiola García Betanzos. Presentó un informe sobre las mujeres que perdieron la vida violentamente en los últimos años, luego de que en agosto de 2015 se decretó la Alerta de Violencia de Género (AVG) en Cuautla, Cuernavaca, Emiliano Zapata, Jiutepec, Puente de Ixtla, Temixco, Xochitepec y Yautepec. Recordó que la AVG surgió al darse a conocer que del año 2000 al 2013 se registraron 271 homicidios calificados y feminicidios en Morelos. Comentó que, considerada alarmante la situación, se le pidió al Gobierno del Estado la implementación de diversas acciones que “garantizaran una vida libre de violencia para las mujeres en esta entidad”. Obviamente esto no sucedió, aunque luego de cuatro años de la emisión de la AVG se presentó un avance de las acciones realizadas, pues de los 271 casos se concretaron 100 sentencias y 33 carpetas fueron judicializadas. La fiscal anti feminicidios resaltó que de enero a julio de 2019 fueron anotados 45 homicidios violentos de mujeres “y 17 feminicidios”. No obstante, aclaró: “debemos hacer la distinción porque estas cifras han sido cuestionadas, lo que obedece a la tipificación que establece el código penal por el delito de feminicidio”. Un mes después, otras fuentes de información hicieron algunos subrayados no menos inquietantes. Uno: el nivel de violencia feminicida se mantiene en los más altos niveles. Feminicidios del 2000 al 31 de julio del 2019 se registraron en 32 municipios, incluyendo ocho donde fue decretada la AVG. Dos: los 10 municipios con mayor número de feminicidios son Cuernavaca, con 197; Jiutepec, 90; Temixco, 74; Yautepec, 59; Cuautla, 58; Xochitepec, 46; Puente de Ixtla y Emiliano Zapata, con 41 cada uno; Jojutla, 36, y Tepoztlán con 32 casos… Y en el comentario del columnista, la diferencia de tiempos y circunstancias: En los setenta no existía –o no se estilaba aún– la palabra “feminicidio”. Los asesinatos de mujeres no eran frecuentes. En los inicios o a mediados de aquella década hubo uno muy sonado. Por semanas, los cuernavacenses no hablaron de otra cosa que no fuera del taxista que había dado muerte a una secretaria del hotel Casino de la Selva. Debieron pasar dos décadas para que el asesinato de una fémina volviera a estremecer a la opinión pública, ejecutada, decapitada y amputada una doctora a la que llamaremos Jesusita, el 14 de septiembre de 1991. Su cadáver fue hallado por un campesino en una planicie próxima al pueblo de Parres. Estaba envuelto en una cortina, con solamente una prenda íntima de color negro; le faltaban la cabeza y las manos. Trasladado al anfiteatro de la delegación Tlalpan, el cuerpo fue identificado por dos damas que eran también médicas del hospital Plan de Ayala del IMSS de Cuernavaca. Desde el inicio de la investigación, un cúmulo de evidencias apuntó al esposo de la decapitada, a quien llamaremos Juan “N”: el cadáver no sólo estaba envuelto en una cortina verde, sino además tendido sobre dos costales de alimentos para aves de corral. Juan había comprado o rentado una casa en la esquina de Copales y Naranjos, donde en el curso de su investigación el comandante de la Policía Judicial, Roberto Veyra Quintero, encontró varios costales exactamente iguales a los que usó el homicida para tender el cadáver en el campo donde fue encontrado. Juan se había casado con Jesusita, el 23 de septiembre de 1983, pero ocho años después una pensión alimenticia que ella exigió desató un conflicto entre ellos. Juan declaró ante el Ministerio Público que la noche anterior al hallazgo del cadáver había estado en una “fiesta mexicana”, desde las tres de la tarde hasta ya entrada la noche. Pero su nueva novia lo desmintió, diciendo que él se había retirado al filo de las seis de la tarde. El mismo viernes, Jesusita le comentó a su mamá que acudiría a una cita con Juan, en la casa de Naranjos y Copales, “para arreglar el asunto de la pensión”, y una testigo declaró que la tarde de ese día vio a Jesusita cuando abordaba el coche de Juan. En más de una ocasión el sospechoso fue llamado a declarar en la Procuraduría General de Justicia. Lo hizo amparado, pero, presumiblemente protegido desde altos niveles del Gobierno Estatal, jamás fue procesado. Verdad o mentira, pasados varios años en la comunidad médica del IMSS corrió el rumor de que el homicida ya había muerto… (Me leen el lunes).

 

José Manuel Pérez Durán
jmperezduran@hotmail.com 

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