Volvió a suceder. Por fortuna, buena suerte, milagro o lo que haya sido no hubo desgracias personales. ¿Pero qué tal el susto? Sucedió anteanoche, consumida por el fuego una vivienda en Xoxocotla, latente por instantes el riesgo de que las lenguas de fuego alcanzaran a lamer las casas vecinas. Cerca de las nueve y media, timbró el teléfono de la Policía Municipal. La voz estaba reportando una cadena de explosiones en una vivienda que se incendiaba. En la zona tronaba, la noche se iluminaba. Acudieron elementos de seguridad lo más rápido que pudieron, entre ellos, el director de Seguridad Pública, Javier Jiménez Jiménez. Luego informaría: fueron juegos pirotécnicos que se quemaron –se supone accidentalmente– los que causaron la conflagración. Por sabido, no hizo falta la explicación complementaria: hace años que en “Xoxo” se dedican a la elaboración de cohetes, palomas y demás juegos de fuego, y otros solamente los venden pero al final son muchos los que almacenan pólvora en sus casas. No es la primera vez que sucede ni seguramente será la última que ocurra en Xoxocotla. La tarde-noche del jueves 8 de septiembre de 2003 estallaron ocho puestos de pólvora, las llamas alcanzaron dos viviendas y un vehículo. Por fortuna no hubo muertitos, pero si la quemazón existió fue porque al gobierno de entonces no le importó la seguridad de los xoxocotlenses, simplemente no pidió a la Zona Militar que clausurara los cuarenta puestos de cohetes que desde años atrás estaban desparramados en el acotamiento de la carretera. A la sazón presidente municipal de Puente de Ixtla y años más tarde diputado, Julio Espín Navarrete y así como el comandante de la 24ava. jurisdicción militar sabían del peligro que representaban los puestos expendedores de pólvora. Sin embargo, nadie hizo nada por evitar la explosión. Ni se la imaginaron, pero la consecuencia se trasladó a la política: la gente de Xoxocotla se dividió, liderada la mayoría por el delegado Jesús González Machuca, que exigía la clausura definitiva de los negocios carreteros de cohetes, cohetones y “palomas”, y los dueños de éstos, que pugnaban por la preservación de sus fuentes de ingresos. Expuestas las razones por ambas partes, el gobierno no cumplió su obligación constitucional de cuidar la seguridad de los más sobre los menos; salió con el cuento de que la gente de Xoxocotla no debía temer una incursión de la Policía Federal Preventiva, cuando eso era precisamente lo que cientos de hombres y mujeres de la comunidad habían solicitado el día de la explosión, dispuestos a colaborar con los federales para señalarles las casas con cisternas habilitadas como “bodegas” de pólvora. Pasaron horas urgiéndolos a que entraran al pueblo, y excepto las familias dedicadas a la venta de explosivos nadie se opuso. Pero a la orden siguió una contraorden desde el Palacio de Gobierno en Cuernavaca, de modo que los federales se limitaron a “revisar” los puestos, vacíos de mercancía explosiva para esas horas. La de ese jueves en Xoxocotla coincidió con el estallido de un taller de juegos pirotécnicos en el pueblo de Tultepec, estado de México, donde no fue la primera ocasión que sucedió un accidente similar pese a que, por tradición, los artesanos de esa comunidad mexiquense son expertos en el manejo y la elaboración de artefactos a base de pólvora y como tales cuentan con permisos de la Secretaría de la Defensa Nacional. No era ni es así en todos los negocios pirotécnicos de Xoxocotla, donde además de que algunos operan en un marco de clandestinidad hay un tráfico constante de explosivos. La pólvora no se produce en la ahora cabecera del municipio indígena de Xoxocotla, surtidos los “coheteros” de mercancía en la Ciudad de México o traída a domicilio sin que ninguna autoridad vea y supervise los camiones cargados de explosivos que transitan libremente por carreteras morelenses y descargan en “Xoxo”. Invisibles también las cisternas o cuartos de viviendas habilitados como bodegas de explosivos, ahí el peligro de explosiones es parte de los usos y costumbres. A lo largo de la carretera paralela al pueblo concentran toneladas de pólvora. Los explosivos son manejados sin los cuidados extremos a que obligan esta clase de materiales, pero si por tanto tiempo la autoridad central ha temido a Xoxocotla, cuantimás hoy cuando ya tiene la calidad constitucional de municipio... (Me leen mañana).

 

José Manuel Pérez Durán
jmperezduran@hotmail.com 

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