Ni en los tiempos de la revolución zapatista Cuernavaca la había pasado tan mal como por estos días.

 Aquello fue inevitable y en sentido militar necesario, sitiada la capital morelense en julio de 1914 y emigradas numerosas familias a la Ciudad de México que sólo recuperarían la tranquilidad cuando regresaron a sus casas.

 Hoy, los cuernavacenses no han debido abandonar sus querencias, pero a cambio sufren el cerco del aislamiento social por la pandemia del Covid-19.

 La historia dirá un día que las actuales generaciones perdieron seres queridos, negocios, y empleos, pero que no se rindieron.

 Y que hubo un alcalde llamado Antonio Villalobos Adán al que le tocó lidiar problemas graves de soluciones endiabladamente complicadas, que lo hizo con el respaldo de la sociedad cuernavacense pero sin el apoyo del nivel superior jerárquico que sí tienen ediles de otras entidades.

 El mercado Adolfo López Mateos representa una parte importante de la economía de la ciudad, en épocas normales a diario mueve a miles de personas y de alguna manera es la bolsa de valores a la que si le va bien, también a Cuernavaca.

 Pero no ahora por razones de todos sabidas, delicadas las medidas para la reactivación del ALM que de semanas atrás planea de forma prolija el edil Villalobos en coordinación con los dirigentes de las agrupaciones de comerciantes del viejo centro comercial.

 De la magnitud del desafío da una idea el número de 3 mil 210 locatarios, a los que se suman unos dos mil en el hacinamiento de pasillos, pequeñas explanadas, escaleras y todo espacio donde se vende una infinidad de mercaderías a varios miles de clientes.

 En octubre próximo que ya esté funcionando de forma casi o totalmente normal el ALM, se estarán cumpliendo 56 años de que fue abierto al público.

 El asunto estuvo más o menos así: El 27 de octubre de 1964 que don Emilio Rivapalacio López tenía unos pocos meses de haber asumido como gobernador de Morelos, los locatarios del viejo Mercado del Reloj ubicado en Degollado y Clavijero se trasladaron al nuevo centro comercial ALM.

 Reacios al cambio, argumentaban que “estaba muy lejos” y les bajarían las ventas.

 En aquel contexto, un grupo de locatarios se manifestaba enfrente del Palacio de Cortés cuando un puñado de sus compañeros llegó corriendo, para avisarles que una grúa “con bola” enviada por el presidente municipal Valentín López González había comenzado la demolición del mercado viejo.

 Fue así que a regañadientes agarraron sus tiliches y se mudaron al nuevo, “alejados” del Zócalo, una calle abajo en los terrenos que habían sido parte del Rancho Colorado de la familia Salinas Nubión y en 1962 comprados por el Ayuntamiento para iniciar la obra más grande de aquellos días, convertidos con el paso del tiempo el mercado ALM y el Palacio de Gobierno en puntos emblemáticos de Cuernavaca.

 La construcción del que sería el centro de abasto más grande del estado de Morelos fue iniciada en el sexenio del presidente de la República Adolfo López Mateos (de allí su nombre) y entregada la obra el 7 de mayo de 1964.

 A más de medio siglo de su creación, el “ALM”, como desde su inicio le llamaron los cuernavacenses, ha sufrido al menos dos incendios y una inundación, y soportado los sismos de los dos diecinueves de septiembres, en 1985 y 2017.

 El nacimiento del ALM o aquellos días dorados de Cuernavaca, evocan nostálgicos los abuelos y los bisabuelos, niños o jóvenes de los tiempos remotos en los que la calidad del turismo era medida por las personalidades que venían a la Ciudad de la Eterna Primavera, María Félix y Agustín Lara, por ejemplo, clientes asiduos del hotel Bellavista cuando el alcalde “Lobito” aún no había nacido... (Me leen después).

Por: José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com

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