Entre más alta es la subida, más fuerte suele ser el golpe de la caída. En sus años de “gloria”, ni en su peor pesadilla Raúl Salinas de Gortari se imaginó preso en Almoloya. Tenía dinero, mucho dinero, mujeres, lujos desenfrenados y el poder esquiciado que le confería ser el hermano consentido del hombre más poderoso de México, aquel que aseguró que como presidente de México ignoraba las tropelías de quien finalmente acabó convertido en su hermano incómodo, y el mismo que como simple ciudadano recibiría el reclamo del prisionero Raúl por el dinero que éste afirmó era suyo, en aquella conversación telefónica cuya difusión en la televisión y los periódicos constituyó el golpe más espectacular y certero que Ernesto Zedillo le propinó a Carlos Salinas, después de que pocos años atrás éste lo había hecho Presidente. (La lealtad y la gratitud, ya se sabe, no son atributos de algunos políticos). 
Alguien que en más de una ocasión se topó con Raúl Salinas en los pasillos grises del penal de alta seguridad de Almoloya, lo describió como a un hipócrita que saludaba mustiamente a los reos y custodios, diciéndoles: “Dios te bendiga, hermano”. Y a Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, como a un sujeto con aptitudes de líder, amable, dispuesto a invitarles a sus compañeros de desgracia el refresco, la cajetilla de cigarrillos o la sopa “Marucha” en la tienda de la prisión. Años más tarde, trasladado al penal de Puente Grande, la compra de voluntades por medio del soborno puso al “Chapo” en la libertad de la calle. 
Siendo gobernador de Quintana Roo, cuya ubicación geográfica fue escogida por Amado Carrillo Fuentes para trasegar la cocaína que, haciendo honor a su mote de “Señor de los Cielos”, traía por toneladas de Colombia, Mario Villanueva Madrid tampoco se visualizó preso en el penal de Almoloya, después llamado La Palma. Del 94 al 98 fueron para Villanueva cuatro años ensueño... que se le acabaron cuando salió de malas con Zedillo. El empleado de éste y procurador general de la República, Jorge Madrazo Cuéllar, no descansó hasta poner a salto de mata a Villanueva, en una fuga que duró dos años para lo que presumiblemente primero contó con el “pitazo” del entonces secretario de Gobernación, Diódoro Carrasco Altamirano, y luego con la ayuda del quien era gobernador de Yucatán, Víctor Cervera Pacheco.  Más de setecientos días del tingo al tango, se dijo entonces, escondiéndose entre Panamá y Costa Rica y regresando de vez en cuando al balneario mexicano del Caribe, hasta que el 24 de mayo de 2001 fue detenido por la Policía Judicial Federal. Metido a La Palma, en el ritual de la “bienvenida” del reglamento fue tratado de la misma manera que los secuestradores Daniel Arizmendi, “El Mochaorejas”, y Andrés Caletri. Las imágenes de la televisión mostraron a Villanueva acabado, con la cabeza y la mirada gachas, debiendo responder con sumisión y respeto una y otra vez: “sí señor”, a las advertencias que el carcelero le hacía sobre las reglas disciplinarias que obedecen sin chistar los reos considerados de alta peligrosidad. Sucedió entonces y probablemente volverá a ocurrir: los que vuelan más alto y llegan a caer, rara vez se levantan. Pero si nadie escarmienta en cabeza ajena, los políticos que hoy se sienten en la gloria, no se ven en el infierno de las rejas del futuro. ¿Por eso hace tiempo que Carlos Salinas puso tierra de por medio y recientemente fue descubierto como nacionalizado español?… (Me leen después).  

Por:  José Manuel Pérez Durán /jmperezduran@hotmail.com 

Las opiniones vertidas en este espacio son exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, la política editorial de Grupo Diario de Morelos.

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