Antonio “Lobito” Villalobos no pudo y su antecesor tampoco. Pero si según el adagio de a la tercera va la vencida, en Cuernavaca habrá alcoholímetro a partir del próximo sábado. Será un día histórico. A los automovilistas que sean pillados manejando pasados de copas la imprudencia les costará seis mil pesos menos 8 centavos, o sean 55 UMAS (Unidad de Medida Actualizada) equivalentes a cinco mil 292 pesos con 10 centavos. Pero además deberán acudir a pláticas de orientación sobre el alcoholismo. Por supuesto, en los retenes, llamados eufemísticamente puestos de revisión, habrá policías preventivos así como elementos del Ejército y la Guardia Nacional, por si hay situaciones de conductores borrachos que se resistan a la prueba, como es común que suceda. Para que los policías no abusen de los parranderos, también habrá elementos de la Comisión de Derechos Humanos vigilando en las celdas de los juzgados cívicos. Algo que tampoco estará mal, si se toma en cuenta que, si bien es cierto que el alcoholímetro tiene un efecto recaudatorio de cientos de miles de pesos, también es verdad que evita accidentes de tránsito con saldos de heridos, muertos y amputados. La pregunta es simple: ¿disminuirá el número de parranderos en antros y amentarán los borrachos de buró? 
Antonio Villalobos no pudo imponer el alcoholímetro; se le fueron los tres años como presidente municipal intentándolo. Como es sabido, poco después se le vino el mundo encima y, acusado del delito de ejercicio abusivo de funciones derivado del desvío de más de 9 millones de pesos, el lunes pasado cumplió dos meses “guardado” en el penal de Atlacholohaya. 
Los números asustan: cada año en México aproximadamente 1,3 millones de personas mueren en colisiones causadas por accidentes de tránsito. De acuerdo a datos del INEGI capturados por el Programa Integral de Seguridad Vial de CDMX, del total de accidentes viales ocurridos en la capital en 2021 el 95% fueron ocasionados por conductores (ebrios o en su juicio), y en el 4.5% de los hechos de tránsito con víctimas fatales el presunto responsable se encontraba en estado de ebriedad. No obstante que no hubo alcohol de por medio, pero sí la adrenalina de la velocidad, el tema recuerda la tragedia del domingo 15 de agosto de 2021 en la autopista México-Cuernavaca, cuando murieron quince motociclistas y resultaron lesionadas quince personas. La cifra trágica fue la consecuencia de tres percances que ocurrieron casi de manera simultánea, en la que 13 motocicletas, dos tráileres y una camioneta se vieron involucrados.
En la Ciudad de México va para veinte años que funciona el alcoholímetro, implementado desde el 2003 el programa Conduce sin Alcohol. Sin embargo, su historia se remonta a siete décadas atrás. A principios de los cincuenta, un doctor de nombre Robert Borkenstein era el jefe del laboratorio de criminología de la Policía Estatal de Indiana. En aquel entonces, las personas que conducían en estado de ebriedad cometían un delito que era casi imposible de comprobar. Borkenstein quería crear una manera para regular los accidentes de tráfico de conductores que abusaban de la bebida. Se concentró en el proceso químico de las moléculas de alcohol concentradas en los alvéolos de los pulmones, que al exhalar pasan al aliento junto con el dióxido de carbono, y en colaboración con el doctor Rolla Neil Harger creó el primer instrumento que detectaba la presencia de alcohol en la sangre… (Me leen el lunes).
 

por: José Manuel Pérez Durán

/jmperezduran@hotmail.com 

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