Hoy, en México el salario mínimo es de $ 207.44 diarios, tres veces más de como lo dejó el gobierno de Enrique Peña Nieto. Lo cobran dos millones y fracción de trabajadores afiliados al Instituto Mexicano del Seguro Social que tienen garantizada una pensión mínima de 6 mil 223 pesos mensuales. Pero aun así resulta injusta, comparada con los salarios y pensiones de funcionarios públicos. Los números hablan. Del Centro de Investigación Morelos Rinde Cuentas es el listado de pensiones de exmagistrados del Tribunal Superior de Justicia (TSJ): Samuel Sotelo Salgado recibe 230 mil pesos mensuales, 140 mil como ex magistrado del TSJ y 90 mil de salario en el Poder Ejecutivo, es decir, gana el doble que el presidente Andrés Manuel López Obrador cuyo salario es de 122 mil pesos. También forman parte de esa casta dorada Ricardo Rosas Pérez, Wilfrido Luna López, Virginia Popoca González, Juan Manuel Jiménez Alegre, Leticia Robles Santoyo, Rodolfo de Jesús Cuevas Salazar, Roberto Pérez Guerrero, Jesús Antonio Tallabs Ortega, Aurora Maura Linares Serrano y otras y otros exmagistrados del Poder Judicial enfermos de codicia.

En el Ejecutivo hay tres casos de jubilaciones superiores a los cien mil pesos, mientras que en el Legislativo la pensión más alta es de 66 mil y sólo la tienen dos trabajadores en retiro. Pero esto no es todo. En colusión con el bloque mayoritario de diputados del Congreso del Estado, las y los actuales magistrados se frotan las manos ante la probabilidad de retirarse con una pensión vitalicia (le llaman eufemísticamente “haber de retiro”) del 100 por ciento de su salario mensual durante los primeros dos meses y del 80 los siguientes años. No jurisconsultos distinguidos sino vulgares vividores del presupuesto es lo que son…

A PROPÓSITO del homenaje que recientemente le fue rendido al exgobernador Antonio Riva Palacio López, este recuerdo: El domingo 23 de enero de 1989, dos grupos de Xoxocotla se disputaban el cargo de ayudante municipal. El mayoritario estaba en contra del candidato del a la sazón alcalde Ignacio Pichardo Carrillo. Los ánimos se caldearon y entró al pueblo la Policía Rural. Hubo dos muertitos y el director de la corporación, Venustiano Vázquez Vázquez, fue cesado y metido a la desaparecida Penitenciaría de Atlacomulco. La mañana siguiente Riva Palacio salió de la Casa de Gobierno rumbo a Xoxocotla, sin escolta, acompañado solamente de su asistente “Chucho”, a quien ordenó que dejara su arma. Para el mediodía que el calor hervía, don Antonio y Jesús entraron por la calle principal, custodiados durante el trayecto al pequeño zócalo por una multitud de hombres y mujeres enojados. Estaban enardecidos, así que el diálogo se tornó áspero, interrumpido constantemente por los reclamos de los lugareños. Riva Palacio hizo acopio de paciencia y aguantó. Según su costumbre, los xoxocotlenses le hablaron de “tú” al gobernador, y no le pidieron, le ordenaron que hiciera un recorrido por la población, caminando todos con el sol pegando a plomo. De regreso al zocalito, Riva Palacio pudo al fin consensuar un acuerdo: habría una nueva elección de ayudante municipal, y los deudos de los difuntos serían indemnizados. Uno de los xoxocotlenses caídos bajo las balas de la Rural era un joven hijo de Armando Soriano, y éste, uno de los líderes tradicionales de la comunidad. Las indemnizaciones fueron concretadas en el marco del proceso de la fundación de Partido de la Revolución Democrática, uno de cuyos participantes en la creación de la naciente organización política, Pedro Velázquez Vivas, intervino en las negociaciones para el pago de la reparación de los daños… (Me leen mañana).

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